Ahora bien, hay que rechazar frontalmente cualquier propuesta de restaurar la sociedad del consumo, basada en la desigualdad, la destrucción del medio y el individualismo. Nuestro objetivo como oprimidos/as no debe tender solamente a paralizar y revertir los recortes mediante los cuales se pretende hacer cargar sobre nuestros hombros el peso de una crisis de la que no somos responsables. Es necesario además que arrojemos al basurero de la historia un sistema económico y político que no ve en nosotros/as personas, sino una partida presupuestaria más, simples recursos humanos de usar y tirar. Frente a esta situación no caben paños calientes: contra todo intento de reformar la explotación para volverla más soportable, abogamos por levantar una sociedad libre a igualitaria sobre las ruinas del presente orden social. Únicamente la revolución social anarquista satisfará el anhelo del ser humano de vivir con dignidad.
Huelga general contra la esclavitud del capital, sí, pero también contra un modelo sindical electoralista, subvencionado y delegacionista que únicamente ha servido para desmovilizar a la clase trabajadora. Desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la actualidad, los gobiernos de diferente signo político que hemos padecido en España han tratado de dar al Estado un papel mediador en los conflictos entre capital y trabajo, con el objetivo final de desmantelar la lucha de clases. La pobre respuesta que los/as trabajadores/as estamos dando a los recortes habla claramente del fracaso de esas estructuras a la hora de defender y mejorar nuestras condiciones de vida. No sólo el fin no justifica los medios, sino que los medios son al fin lo que la semilla es al árbol, así que no debe extrañarnos que un modelo sindical diseñado por la clase dominante nos proporcione unos frutos tan amargos. Por eso, los/as anarcosindicalistas decimos no a los comités de empresa, a las subvenciones y a los liberados sindicales, y apostamos por que la clase obrera se dote de una organización asamblearia, horizontal y autogestionada que le permita resolver sus problemas mediante la acción directa y el apoyo mutuo. Nuestra fuerza no reside en elegir cada cuatro años a nuestros representantes sindicales, del mismo modo que se eligen cada cuatro años a los representantes políticos, sino en recuperar la asamblea y la sección sindical como organismos de lucha y autocapacitación.
Sólo de este modo podremos poner en marcha una huelga de verdad, es decir, una huelga de todos los sectores que tenga como objetivo suspender la producción y los servicios todo el tiempo que sea necesario para que se cumplan nuestras reivindicaciones: una huelga general indefinida. Un día de huelga resulta a todas luces insuficiente, razón por la que los paros de veinticuatro horas como el convocado para este 14 de noviembre están abocados necesariamente al fracaso y sólo pueden contribuir a deslegitimar la validez de la huelga como instrumento de lucha. Reconstruir la solidaridad de clase y hacer de ella una fortaleza inquebrantable para resistir los envites del Estado y el capital, pasa obligatoriamente por sepultar el principio de delegación y volver a poner en práctica el anarcosindicalismo y la huelga general indefinida, sin los cuales difícilmente hubiéramos logrado muchos de los derechos que nos quieren arrebatar en la actualidad.